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Pericoronaritis: Qué es, síntomas, riesgos y tratamiento (II)

Tal y como os comentamos en nuestra última publicación, hoy, desde Clínica Dental Miguel Ángel García Pérez e Hijos, continuamos hablando de la pericoronaritis centrándonos en sus riesgos y tratamiento.

¿Cuáles son los riesgos de la pericoronaritis?

Cuando se padece de pericoronaritis, es preciso tratarla cuanto antes ya que hay varios riesgos de no hacerlo. Por ejemplo, uno de ellos podría ser que los abscesos que se produjeran fueran de mayor tamaño.

También podría darse que la infección se extendiese a zonas vecinas, lo que involucraría a la boca, la garganta y el cuello, provocando situaciones más graves. En este caso nos referimos a la angina de Ludwig, caracterizada por obstruir las vías respiratorias del paciente. Por otra parte, también se podría extender por el torrente sanguíneo y dar origen a una sepsis.

Si esto ocurre, nos encontramos ante una situación de extrema gravedad que requiere de ingreso hospitalario para que puedan administrarse antibióticos en vena y se consiga que haya buena concentración del fármaco en sangre.

Otra cosa a tener en cuenta es la persistencia del saco pericoronario, que desaparece con la erupción y puede dar origen a quistes. Se trata de formaciones de contenido líquido o semisólido rodeadas de tejido epitelial que también han de eliminarse. La razón es que, si crecen, se puede comprometer el hueso además de otras estructuras anatómicas importantes, de hecho, hay casos que pueden incluso malignizarse.

 ¿Cómo se trata la pericoronaritis?

En cuanto se nota algún síntoma de pericoronaritis, lo más recomendable es ir lo antes posible al odontólogo para que diagnostique y de un tratamiento adecuado que se dividirá en dos fases:

Primera etapa

Si el pacientes se presenta con la sintomatología dolorosa e inflamatoria, se dará comienzo a una terapia antiinflamatoria y antibiótica con la que reducir la inflamación y el dolor, además de controlar la infección. Es probable también que se recomiende limpiar la zona con un cepillo de cerdas suaves y que también se hagan enjuagues con clorhexidina o alguna solución salina. Hay otros casos en los que incluso podría ser necesario el drenaje y la limpieza de los restos acumulados.

Segunda etapa

Después de que los síntomas más agudos hayan mejorado, habrá que proseguir con el abordaje terapéutico. Con esto nos referimos a que se decidirá si es posible preservar o no el molar involucrado.

Si puede conservarse, será preciso hacer una cirugía menor que elimine el tejido gingival que cubre la corona, llamado opérculo. Con ello, se reducirán los traumatismos sobre la misma y la higiene será más fácil, evitando que se vuelvan a acumular residuos. No obstante, tras la intervención se tendrán que hacer controles periódicos ya que existe la posibilidad de que el tejido gingival vuelva a crecer y cubra la muela.

Otras veces, cuando la infección se ha producido en una muela impactada que no tiene el espacio suficiente para erupcionar o está mal posicionada, se tendrá que realizar su extracción. Esto evitará nuevas complicaciones en un futuro, como infecciones o maloclusiones. 

Por último, y centrándonos en los casos más graves, cuando aparecen síntomas como abscesos de gran tamaño, hay compromiso de los ganglios linfáticos del cuello o hay dificultad para hablar, tragar y respirar, se debe acudir de inmediato al servicio de urgencias. Actuar con rapidez, como comentábamos antes, es vital.